viernes, 11 de marzo de 2016

«Reciclarse» o quedarse fuera de la partida

Como Clara y yo colaboramos cada vez más con otros traductores y revisamos bastantes textos, he observado cada vez más que hay traductores que se quedan anclados en lo que aprendieron en el pasado y se niegan o se emperran en no cambiar sus costumbres. Yo estoy de acuerdo en que una traducción conlleva un trabajo de documentación y que debemos defender nuestro trabajo cuando estamos seguros o convencidos de las decisiones que hemos tomado, pero no estoy de acuerdo en que nos cerremos en banda a recibir críticas cuando esas críticas tienen razón de ser.

Me refiero principalmente a asuntos gramaticales. Nos hemos encontrado con bastantes traductores que se niegan a quitar la tilde al «solo», que siguen acentuando los pronombres demostrativos o que, por vicio o costumbre, usan estructuras que no son propias del castellano sino calcos de los idiomas de los que traducen, por ejemplo, poner una coma tras el saludo inicial en una carta, poner los días de la semana en mayúscula, separar los prefijos de los lexemas, separar con comas las subordinadas o saltarse el signo de interrogación o exclamación inicial. Puede que esto os sorprenda, pero ocurre con mucha más frecuencia de lo que creéis. Quizás algunos de estos fallos no ocurren dentro de las traducciones, pero sí en los correos electrónicos que envían y esto, señores, da muy mala impresión si proviene de una persona que se dedica o pretende dedicarse a escribir en nuestro idioma. Lo peor de todo es que si se lo dices, tratan de escudarse en argumentos de que si la RAE blabla y la RAE no sé qué. En efecto, la RAE cambia normas o simplemente aclara o recomienda ciertos usos que podemos poner en duda, pero la RAE es y, de momento, seguirá siendo una autoridad en el ámbito del idioma y, por tanto, un traductor que quiera ser competente debe conocer esos cambios en las normas o recomendaciones de esta autoridad, ya que es una forma casi irrefutable de defender su trabajo.


Lo que quiero decir con todo esto es que el idioma cambia, evoluciona y, con él, sus normas, sus estructuras, su uso y los traductores tenemos la obligación de estar al día y conocer estos cambios, evoluciones, normas, estructuras o usos y reconocer nuestros vicios y problemas para tratarlos de resolver, ya que o nos «reciclamos» o nos quedamos fuera de la partida.